¿Libros de texto gratis?

Empieza otro curso y las televisiones encuentran de nuevo el filón del impacto en las economías familiares de los gastos de inicio de curso. Todos aventuran cifras de dudosa procedencia sobre los gastos que suponen este inicio. Es curioso que cada uno dice lo que le da la gana, que si los gastos son de hasta ¡2.000 euros por alumno!, como dijo ayer mismo una televisión, o que oscilan en un rango que, según las fuentes, va desde los trescientos y pico euros hasta cifras “mileuristas”. El no establecer diferencias claras entre centros públicos y privados a la hora de establecer estos valores, ni explicar claramente cómo se han obtenido, no sabemos si se debe a la proverbial ignorancia matemática de la población española y de los periodistas, o a intereses ocultos.

Al mismo tiempo, posiblemente como respuesta a tanta noticia, van creciendo iniciativas pidiendo o exigiendo que los libros de texto sean gratis . Un buen ejemplo es una petición en la plataforma change.org que ha recogido ya cerca de 200.000 firmas.

Otras iniciativas a menor escala son los llamados “bancos de libros” que organizan muchos centros educativos, asociaciones y hasta algunos incipientes negocios de intercambio de libros usados y que, curiosamente, ha sido noticia en estos días porque un concejal del ayuntamiento de Madrid ha prohibido que lo hicieran en la calle.

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¿Pueden los libros de texto ser gratis?

Cuando estas iniciativas o la citada petición se abren paso, parece que a la gente se le olvida que los libros los hace alguien, las editoriales, que no sólo aspiran a ganar dinero, es que si no lo ganan no pueden existir y entonces no habría libros de texto, ni gratis ni de pago.

El problema es similar al de las medicinas, los medicamentos los hacen empresas que tienen gastos y que aspiran a ganar dinero. Si no los fabrican y los venden no habrá medicamentos. Luego ¿deben ser gratis para los ciudadanos? La respuesta democrática es que tanto unos como otros deberían serlo, puesto que la sanidad y la educación son derechos recogidos por la constitución, y aunque no lo estuvieran deberían ser derechos humanos de todas formas.

Bueno, pues si tienen que ser gratis, alguien tendrá que pagar por ellos… ¿Qué opciones existen?

1. Que los paguen las Consejerías, Ministerio, etc. comprándoselos a las editoriales o mediante el “chequelibro“. Aunque ha sido la vía más utilizada hasta ahora, no parece que en estos tiempos de recortes las cosas vayan a ir por ahí. Es más, hay gente que opina que los cheques libro indiscriminados han sido un negocio pingüe para la editoriales que han subido los precios ante el mayor poder adquisitivo de la población y han acostumbrado muy mal a las familias que no tenían verdadera necesidad de ayuda. Pero eso es otro debate que dejamos ahí.

2. Que las instituciones educativas, consejerías, ministerio, etc. editen sus propios libros y los regalen a los centros y/o a los alumnos. Yo creo que sólo mencionar esta posibilidad haría correr despavorida a la mayor parte del profesorado. La credibilidad de los servicios educativos entre el profesorado es tan baja, que esta opción, por otra parte muy razonable, no hay quien se la crea: los libros serian hechos no por los mejores y con más experiencia, sino por los enchufados, “trepas” y demás “fauna” que, todos conocemos, abunda en el sistema educativo. Si no se hizo cuando el dinero corría a raudales, menos se va a hacer ahora.

3. Pues la tercera opción es que los paguen las familias, como hasta ahora. ¿o hay otras?

Una alternativa: los libros digitales

Los medicamentos, de momento, no pueden ser digitales, pero los libros sí.

En USA, ¿cómo no?, las autoridades de algunos estados (por ejemplo California, ¿cómo no?) han invertido este curso, 500 millones de dólares en dotar de un Ipad a cada alumno. Sin salir de USA, estamos viendo como Google contraataca con su propio tablet al servicio de la educación, el Nexus, intentado que las autoridades y colegios hagan lo mismo. Pero como de eso ya hemos hablado en otro post, os remitimos a él.

Acabamos de leer el libro “Gratis. El futuro tiene un precio radical” de Chris Anderson.  y no podemos dejar de darle vueltas al asunto. En algún momento de su libro, Anderson afirma que todo lo que es susceptible de convertirse en digital lo hará y que todo lo que es digital tiende a reducir su precio hasta hacerlo cero. No hay ninguna duda de que los libros de texto son susceptibles de convertirse en digitales, así que si su afirmación es cierta, ése es el futuro. No tardarán en ser gratuitos.

Otra cosa es cómo puede llegar a ser posible esa gratuidad. Los montones de ejemplos que pone en el libro se los dejamos a los interesados en leerlo, pero pensemos en un par de ejemplos que cita: Uno, el correo electrónico, ¿ya no nos acordamos que al principio había que pagar por tener una cuenta?, gmail destrozó ese mercado. Dos, las enciclopedias. ¿Qué profesor de cierta edad no ha comprado el Larousse o similar a precios prohibitivos para tenerlo en su casa?, recuerdo cuando los vendedores de enciclopedias organizaban sesiones en las salas de profesores,  y ahora ¿quién no usa internet, principalmente Wikipedia para acceder gratis a la información que necesita? Las grandes enciclopedias han desaparecido de nuestras estanterías siendo sustituidas por información gratuita.

Si el autor tiene razón, y creemos que la tiene, los libros de texto están condenados a ser digitales y gratuitos. No hay vuelta de hoja.

Al igual que ocurre con la música, las editoriales tradicionales se van a resistir todo lo que puedan para evitar la transformación de los libros de texto en digitales y gratuitos. Van a acusar a la gente de pirata, van a culpabilizarnos a todos por la pérdida de puestos de trabajo en el sector editorial, etc. etc. Pero mucho nos tememos que el proceso está afectado por el segundo principio de termodinámica y es irreversible.

¿Entonces qué?

Los cambios de paradigma son así, la gente al principio se queda sin saber qué hacer y luego se van apuntando al nuevo paradigma en cantidades exponenciales hasta que, al final, nadie se acuerda de las viejas ideas. ¿Se acuerdan cuando una persona hablando por  el móvil por la calle era objeto de todo tipo de miradas y de comentarios jocosos?

Es cierto que si hay un sector resistente al cambio, al menos en nuestro país, ése es el educativo. Nunca algo ha cambiado tanto, tantas veces, para no cambiar nada, como el sistema educativo. ¿Logrará lo digital romper esta inercia?

Si hacemos caso a la historia reciente, la respuesta es sí. Lo digital esta abocado a arrasar también en el sistema educativo. La pregunta es cómo y cuándo.

Una gran ventaja de lo digital es su versatilidad, de hecho pensar en libros de texto digitales como si fueran libros de texto en papel, es un grave error que está llevando al fracaso a los que siguen esa vía, por ejemplo Apple con su proyecto “iBooks author”. Los libros digitales pueden ser modificados todas las veces que se quiera sin tener que hacer una nueva edición en el sentido tradicional. Quien haya comprado una app, entenderá fácilmente de qué hablamos. Por ejemplo WhatsApp, que todo el mundo conoce, se actualiza a nuevas versiones cada poco tiempo. Los libros digitales pueden modificarse cada curso, corregir erratas y pasajes difíciles para el alumno, casi sobre la marcha..

Un paso más allá de los libros digitales, los LMS o aulas virtuales

Si lo pensamos detenidamente, ¿qué necesidad tenemos de que nuestros apoyos digitales a la enseñanza tengan formato de libro cuando hay alternativas mucho mejores?

Ninguna.

El mercado se está llenando de todo tipo de recursos educativos. Muchos son para dispositivos móviles, otros lo son para ordenadores, muchos son gratuitos y muchos son de pago, muchos se presentan en versiones freemium (gratis al principio, pero de pago después).

Empieza a haber demasiadas opciones. Para el profesorado no especialista, la mayoría, esto es cada vez más difícil; la tecnología y los recursos disponibles que ésta proporciona cambian tanto y tan deprisa que materialmente resulta imposible seguirla.

Después de darle muchas vueltas y hacer numerosas pruebas, nosotros somos partidarios de que los profesores que no se quieran volver locos adopten un LMS, o sea un “Learning Management System” o, dicho de forma más sencilla, un aula virtual. Esto a muchos les hará decir inmediatamente: “sí, claro, el Moodle“. Pues sí, somos partidarios convencidos de que es la única forma que tiene un profesor de poner recursos variados a disposición de sus alumnos sin que eso se convierta en un lío imposible de controlar.

En un próximo post hablaremos de ello.

 

 

 

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